martes, agosto 22

Ultraninfetas

para Javier y Manuel
No eran feas, para nada.
Una de ellas incluso, era casi un bombón, casi, le faltaban años. Decía tener 16 ó 17, no lo recuerdo muy bien.
Por supuesto yo estaba pedo (y tengo 32).
Qué digo pedo, pedísimo. Mi maratón había comenzado a medio día y pasaba de ser media noche. Me había paseado cual Jack Sparrow en el Mesón del Castellano (donde solicitan edecanes con buena presentación, por cierto), La Mascota y el Salón Corona. Pero en ese momento ya estaba en el Dada X, con un trago en la mano y varios en la medula de mis huesos. No había perdido el estilo (aún), me atrevo a decir que incluso me veía muy bien: recién rasurado, camisa rojo sangre (en mi fútil intento de ligarme a una vampiresa) y el más elegante de mis trajes negros, perfectamente rematado en mis extremidades inferiores con unas botas industriales de tres broches, cómo mandan los cánones bowieanos. Un dandy de pies a cabeza.
Lo principal: traía bastante dinero en efectivo y muy pocos remilgos morales. Un dandy de pies a cabeza, como dije anteriormente. Los astros se habían alineado para mí.
O bien, para alguno de mis amigos, porque en honor a la verdad, debo confesar que si bien ellas eran dos, nosotros éramos cuatro. Yo tenía una ventaja a mi favor, un as bajo la manga: Mr. Hyde.
Para los lectores recientes de este blog, les cuento que Mr. Hyde es uno de mis alter ego, de mis otros yo, que sólo se hace presente mediante un brebaje tóxico que yo mismo ingiero de modo voluntario; casi siempre alcohol en cantidades arrogantes. Se caracteriza -mi gemelo maldito- por estar sobrado, siempre, de las peores intenciones. Y como poco le falta para la incapacidad sexual (gracias al vino, veneno maldito) hace esfuerzos sobrehumanos por saciar sus más bajas pasiones, aunque para ello, se valga de las conductas más réprobas y abominables. Es cínico y lujurioso.
Mis amigos, por otro lado son buenas personas. Y son mejores parecidos.
Pero no habría una competencia intestina en nuestro selecto grupo, a fin de cuentas, somos caballeros refinados y no machos alfa.
No les aburriré con más detalles (con lo que llevo hasta este punto ya debe ser suficiente) así que me concretaré a un episodio de cierto patetismo: Yo con la nínfula.
Corrijo, yo con la ninfeta (y es que en las lolitas también hay niveles).
Corrijo de nuevo: Mr. Hyde y la ninfeta.
Todo pintaba para que el maligno susodicho hiciera –con ella- de las suyas, hasta que un tema salió a relucir: AMLO, el Peje, el Mesías de Macuspana, el mismísimo Andrés Manuel López Obrador.
-Yo opino que a ese hijo de la chingada, y a todos los nacos que lo acompañan en su plantón, deberían romperles la madre- dijo la pubescente.
-¿Cómo?
-Si, que les rompan la madre, ya estuvo bueno de que secuestren la ciudad y violenten el estado de derecho.
Mr. Hyde buscaba un parecido de su fallida presa con Erik Guerrero Rosas, Javier Alatorre o Manuel Espino. Sin embargo seguía siendo una chicuela de 16 o 17 años bastante apetecible.
-¿Así nada más? Preguntó el crápula.
-Si, ahorita mismo que están dormidos (era de madrugada) que llegue el ejercito o los granaderos y les rompan la madre.
-Oye, pero ahí hay niños, señoras, gente común y corriente, como tú y yo. ¿No te parece que es demasiado drástico?
La tierna mirada de la chica tornó en cólera.
-No me digas que tú votaste por ese güey.
-Por supuesto- dijo Mr. Hyde, con el gesto de un gato que se relame los bigotes- ¿A poco tú votaste por FECAL?
-Pues sí, yo voté por Felipe Calderón.
Hyde notó que a la ninfeta no le agradaba el apócope y se llevo el trago a los labios no sin antes expeler una risotada; bebió el néctar y la miró a los ojos. Vamos por un vodka, le apuró y ella respondió que sí. Obviamente no quería reanudar esa charla, pero ella insistía.
-Este pinche país tiene que modernizarse para estar al nivel de las potencias mundiales, y con ese güey vamos a retroceder a los años setenta…
-Tú no habías nacido en los años setenta.
-No, pero se cómo era, y se también como eran los países socialistas. Chale, tú pareces una persona inteligente, no se como pudiste votar por López Obrador (traducción: eres un pendejo). ¿Sabías que no tiene pasaporte, que no se tituló, que su promedio en la universidad era de siete? Imagínate la imagen (sic) que tendríamos en el mundo con un presidente así.
Mr. Hyde entonces, cometió una bajeza.
-¿A ti te gusta coger?-preguntó.
-¿Cómo?
-Me refiero al sexo, ¿te gusta?
-Pues sí ¿A quién no?
-¿Mucho o poco?
-Pues lo normal.
-Y supongo que tú decides cuando y con quién coges ¿no? Y cómo.
-Pues sí, como todo el mundo- huelga decir que para ese momento, la ninfeta ya no parecía tan enojada ni tan segura de lo que decía.
Mr. Hyde le tocó el hombro como lo haría un padre.
-Pues tu candidato se ha manifestado en contra del uso de anticonceptivos. Votar por él es como avalar que un güey decida cuándo coges y cuándo no. Eso representa la derecha.
La chica cambió el tema de conversación.
Pero entonces llegó la hermana (mayor) y la ninfeta me acusó, no por mi lenguaje procaz y las intenciones que ella adivinaba. Me acuso de votar por López Obrador.
La hermana entonces recitó un rosario de argumentos en contra de todo lo que tuviera que ver con la izquierda.
-Pues con todo, yo me pregunto y les pregunto ¿Cómo será de mala la derecha, que muy poca gente reconoce ser de derecha?- dijo Mr. Hyde- ¿ustedes mismas, son de derecha?
-No, pero creemos en la democracia.
Pero su creencia en la democracia avalaba los hechos de Tlateloclo del 68, argumentando que Díaz Ordaz nos había salvado del comunismo; admiraba el gobierno de George Bush, justificando de paso, el trato que reciben los inmigrantes por la border patrol; reconocía el sexenio de Vicente Fox como el del mejor presidente que ha tenido nuestro país, al grado de acusar a quienes se habían burlado del incidente "José Luis Borgues" de intolerantes. De paso y por no dejar (ya encarrerado el gato) aplaudía las recientes acciones del ejército israelí, al grado de afirmar, sin ningún empacho, la siguiente perla:

Es más, deberíamos estar agradecidos con
el Ejército de Israel y George W. Bush.

-¿Deberíamos? ¿Quiénes, los mexicanos? ¿Tú y yo tendríamos que estar agradecidos con ellos? ¿Y eso? Preguntó el beodo.
-Toda la humanidad. A esos pinches terroristas de Líbano alguien les tenía que poner un alto. Todos corremos peligro si a esa gente no la matan.
-Pero están matando civiles, y niños.
-Y ellos están matando soldados, o qué -en ese momento me miró asqueada de mi falta de respeto por la vida y el género humano- ¿Me vas a decir que la vida de un soldado vale menos que la de un civil?
-...

Mr. Hyde pensó con tristeza en cuando las misses de los concursos se pronuncian a favor de la paz en el mundo, me dijo "no hay lujaría que valga esto" y desapareció. Yo me quedé en su lugar y seguí discutiendo. Los siguiente temas fueron "¿Porqué los pobres son tan huevones?" y "¿Porqué los intelectuales se la pasan criticando en lugar de hacer algo de provecho?"
Para mi mala fortuna mi extraño metabolismo (maldito gen X!) me permitió la más horrenda de las mutaciones en tales circunstancias: alcancé la sobriedad en cuestión de segundos.
Frente a mi estaba las dos –seguían luciendo apetecibles, no era efecto de la bebida- muy seguras de lo que decían, convencidas que tenían la verdad absoluta y que yo no era más que un borrachín anacrónico, anquilosado en mis utopías juveniles, que si acaso, tenía buen gusto musical (ahora que lo pienso tienen razón en parte). Sobre la música, ambas se declararon fans de Joy Division, por cierto, lo que me rompió el corazón.
Alguno de mis maestros de periodismo -no recuerdo cuál- me dijo alguna vez: es inconcebible no ser socialista a los veinte, como es inconcebible seguirlo siendo a los treinta. O algo así. Lo curioso en este caso no es mi convicción de votar por el Peje, siempre dije que lo haría, pero que no metía las manos al fuego por el ni por el PRD. Con ellas no lo hice por supuesto, me di cuenta que no tenía sentido. Lo que realmente me parece insólito es que a su edad es cuando la gente suele ser idealista. ¿Cuál sería para ellas la idea de un mundo mejor? Me he imaginado su rostro al ver en la televisión un eventual acto represivo ante los campamentos de reforma y luego me pregunto: ¿cómo serán ellas a mi edad?


En otra ocasión relataré que pasó después. Solo anticipo una cosa: no hubo sexo, pero eso ya lo suponían, estoy seguro.

5 comentarios:

Guillermo Vega Zaragoza dijo...

Ay, mi querido Dandy, pues bien merecido se lo tiene, por varias razones:

1) Quién le manda a andar platicando de política con ninfetas. ¿De nada han servido tus lecturas del maestrísimo Nabokov?

2) Con las ninfetas no se platica: te sometes o no te sometes. De cualquier forma estás fregado, pero por lo menos puede haber la posibilidad de que, en un descuido, te las cojas.

3) Por andar en sos pinches antros a su edad, cuando debería pasarse las horas escribiendo su segundo libro de cuentos o su primera novela.

4) Por andar tomando desde el mediodía: ddecía Álvaro Mutis que el nunca empezaba a beber antes de la una de la tarde, porque si lo hacía entonces ya podía ser considerado un borracho sin remedio.

5) Por no invitarme a beber. (Seguimos entrados con la invitación, ¿eh?)

Por lo demás, es usted un chingón escribiendo hasta estas nimiedades.

Un abrazo.

El Vega

Rogelio Flores dijo...

Tienes razón maestro Vega, quién me manda a hacer cockteles de ideología y testosterona: nadie. Quizá fueron las circunstancias. No lo sé.
Y en efecto, esos tragos ya están muy platicados, ojala podamos finiquitar ese compromiso en poco tiempo. Necesito tu sabio consejo, precisamente para lo del próximo libro.
Gracias por esos paros desinteresados de siempre, por cierto.
Un abrazo, el Rog.

Anónimo dijo...

Mi Roger:
Ya me debías un texto así, con una mezcla de política y mujeres tan chingona. En verdad, muy bueno: los personajes, las reflexiones, las metáforas.
A toda madre, para mi reincorporación al mundo: he andado divagando entre el insomnio y las premuras. Llegamos a Finlandia a la 1 am del miércoles, y todavía no me acostumbro al horario. Eso sí: ¡que mujeres tan hermosas te están esperando!, nomás decídete y visítanos.
Un abrazo.
M.

Rogelio Flores dijo...

Que bueno que te gustó carnal, y creéme que iré en cuanto pueda a Finlandia para reencontarme con mis maestros los hermanos Kaurismaki, y para conocer una mujer (o varias) que sepa(n) valorarme. Estas chilangas no han sabido apreciar mis encantos en su justa dimensión (por cierto fui a GDL, cuna del equipo de sus amores y me enamoré no menos de cinco veces de las féminas que habitan por allá y que al notar que uno las mira, sonrien (!) sin mirarte como acosador sexual). Ojalá se acostumbre pronto al cambio de horario (nomás ganó Calderón y se fue como alma que lleva el diablo, eh).
Saludos a Hanna y a Manzanita.

Kutzi Montserrat dijo...

Excelente crónica. A diferencia de los anteriores comentarios, me parece que el texto no trata sobre mujeres, sino sobre el choque generacional e ideológico que actualmente se vive en nuestro país, y la derechización del mismo por parte de quienes no saben qué es derecha y qué es izquierda, de la misma forma como se ignora que la Lolita de Nabokov nada tiene que ver con los juegos de poder derivados del encuentro entre dos sexos. Eso se encuentra en las otras Lolitas: la de Kubrick, la de Lyne, la que las décadas han convertido en estereotipo (¿ahora resulta que ya hasta una adolescente de 17 años es nínfula!). Descontextualizaciones aparte -que para nada se las atribuyo al texto que provocó esta retahíla de opiniones-, resulta desesperanzador encontrar jóvenes cuyas esperanzas se cifran en todo, menos en el espíritu libertario, crítico, y demás epítetos con que suele adornarse a la izquierda, bajo peligro de mitificarla.