lunes, diciembre 19

Blues

Pues no he escrito mi texto a propósito de flores rotas. Sin embargo, la nostalgia de mi entrega anterior no ha terminado. Todo lo contrario, hoy es más fuerte que entonces. La diferencia es que no se refiere a esos años -casi diez- sino a mi pasado inmediato. Estoy triste y no tengo muchas ganas de escribir. Pero me parecía importante dejar un tatuaje virtual de cómo me siento. Y ante mi confusión, mis pocas ganas de escribir y mi muy limitado talento para expresar mis sentimientos, opté por valerme de un poeta muerto. José Carlos Becerra y su poema blues. Miembros del Club, me despido.

BLUES

No era necesaria una nueva acometida de la soledad
para que lo supiera.
Navegaba la mar por un rumbo desconocido para mis manos.
Donde el amor moró y tuvo reino
queda ya sólo un muro que avasalla la hierba.
Queda una hoja de papel no en blanco
donde está anocheciendo.
Donde goteaba luceros una noche
sobre unos hombros limpios como verdad mostrada,
sólo queda una brisa sin destino.
Donde una mujer fundara un beso,
sólo árboles postrados al invierno.

Y no era necesario decirlo.
El corazón sin que sea una lágrima
puede sombrear las mejillas.

La ventana da a la tristeza.
Apoyo los codos en el pasado y, sin mirar, tu ausencia
me penetra en el pecho para lamer mi corazón.

El aire es una mano que está hojeando mi frente.
Mi frente donde la luna es una inscripción,
una voz esculpiendo su olvido.

Como humo la luna se levanta
de entre las ruinas del atardecer.
Es muy temprano en ese azul sin rostro.
No era necesario enturbiar la soledad
con el polvo de un beso disuelto.
No era necesario
memorizar la noche en una lágrima.

Labios sobrecogidos de olvido,
pulsaciones de un oleaje de mar ya retirándose,
ruido de nubes que el otoño piensa.

Hay lápices en forma de tiempo, vasos de agua
donde el anochecer flota en silencio.
Hay la rama de un árbol como un brazo esculpido
por algún abandono.

Hay miradas y cartas donde la noche
puso en marcha el vacío,
a las frentes que extinguen su remoto color
sobre letras que enlazan señalas de viaje.

Aquí está la tarde.
Puede enrolarse en ella quién esté enamorado.
Aquí esta la tarde para designar una ausencia.

Suena en mi pecho el mundo
como un árbol ganado por el viento.

No era necesaria la tarde, tampoco este cigarro cuyo humo
puede ser otra mano evaporándose.

Invernará la noche en mi pecho.
No era necesario saberlo.
No tiene importancia.
Espero una carta todavía no escrita
donde el olvido me nombre su heredero.


José Carlos Becerra, de El otoño recorre las islas.