El maese Vega.com, en su gustado blog, Ombloguismo, me ha comprometido a esta especie de chismógrafo para treintones y uno que otro veinteañero. Así pues, al grito de “Si lo sabe Dios que lo sepa todo el mundo” ahí van mis cinco hábitos dizque más extraños:
- Cuando estoy cerca de una mujer, no puedo evitar mirar sus zapatos, para luego, tratar de adivinar su personalidad. Obviamente eso pasa en caso de no conocer a la susodicha fémina. Cuando sí la conozco, me pongo a pensar en qué le llevó a elegir esos zapatos dentro de toda su colección (por lo menos del calzado que yo le conozco) y muchas veces me angustia que su cara –o mejor dicho, su personalidad- no combine con los zapatos. En últimas fechas, con la moda horrible que impera hoy día, me resulta deprimente ver mujeres bellas con zapatos picudísimos de color miel o blancos (argh!). O con chanclas. No hay nada más triste, en una mañana alegre y soleada, que ver una mujer en chanclas. Por otro lado, amo a las mujeres con botas, pero eso no es motivo de esta lista.
- Siempre estoy metiéndome a lugares de mala muerte (ese no es mi hábito extraño, me parece de lo más normal del mundo) y llegado el momento de usar el sanitario, así sea el lugar más asqueroso y pestilente, propio de bestias infernales y no de seres humanos; no puedo evitar jalar la cadena. Jamás me permito orinar en un baño sucio, ni en la calle tampoco (a pesar de mi alcoholismo). Creo firmemente que nuestros hábitos de excreción y el lenguaje, son lo único que nos separa de los animales.
- Nunca, bajo ninguna circunstancia, jamás de los jamases, he podido comer ni emborracharme con lentes puestos.
- Me da miedo ver un rastrillo desechable cerca de un cepillo de dientes. Si están lejos el uno del otro no pasa nada, pero si están cerca, me angustia pensar en que puedo confundirlos, ponerle pasta de dientes a la navaja y tallarme con ella las encías. Si veo estos objetos juntos, los separo inmediatamente. ¿Quihubo? Esa no se le ocurrió ni Stephen King para El Resplandor ¿Esta de terror no?
- Si voy por la calle caminando y me encuentro con un gato, no puedo evitar llamarlo. Simple y sencillamente, no me puedo dar el lujo de ignorar a un gato, a veces hasta me le acerco con sigilo y le llamo. ¿Y cómo le llamo? Pues con el clásico “bichito, bichito”, o de plano le digo en tono imperativo ¡Gato! Pero los felinos nunca me hacen caso y huyen con gracia. Yo en cambio, me incorporo de la penosa postura que se asume para llamar un gato, esperando no haber sido visto, y sigo caminando tan campante.
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Esto parecía más divertido antes de escribirlo, disculpen si les hice perder el tiempo con estos hábitos tan piñatas. Ahora bien, la dinámica del juego exige que yo incluya este remate, si las cadenas no les gustan, no se sientan comprometidos a respoder:
PD:
Esto es un juego. Y como juego, tiene reglas:
El primer jugador de este juego inicia su mensaje con el título "5 extraños hábitos tuyos" (o algo parecido).
Las personas que son invitadas a escribir un mensaje en su respectivo blog, a propósito de sus hábitos extraños, deben también indicar claramente este reglamento.
Al final, debéis escoger 5 nuevas personas y añadir el link de su blog o diario web.
No olvides dejar un comentario en su blog o diario web diciendo :
"Has sido elegido" y ruegas que lean el tuyo.
Dicho lo anterior me permito embarcar a Paola, Ernesto y Adriana, y ahí le paro, ya que no tengo más amigos con blog (Puta madre, en mis enlaces aparece la Real Academia de la Lengua Española y la web oficial de un escritor muerto, es deprimente) Javier Armas, si lees esto entenderás por qué te preguntaba de tu blog que en paz descanza. Por cierto, ya había visto este experimento en el blog de la Señorita Insania.
1 comentario:
Me ha dado miedo. Al entrar al baño vi mi cepillo de dientes y el rastrillo juntos. Tuve que separarlos, quizá más precaución que miedo. ¿Eso de los malos hábitos se pega? He confundido la Pastar de Lassar con la Colgate, pero cortarse las encías provoca terror.
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