lunes, enero 23

Perra maldita y hermosa...

...no ha terminado su trabajo. Sigue azotándome la espalda para luego cubrirme las heridas con miel y con su elíxir vaginal. Y con sus lágrimas. Me endulza los oídos y los odios. Me cubre los ojos con agua bendita, los besa y los envuelve con algodón rosado, dulce. Es Nostalgia, mi amante más bella y más cruel. Yo entonces miro lo que quiero ver y no puedo, sólo en las tinieblas (solo, en las tinieblas). Me sumergo en ese estanque de gasolina y tinta, y me veo a mí mismo, erguido, varonil, sonriente, fuerte: más joven y lleno de fé, caminando sobre el agua. Pero abro los párpados y estoy preso en una habitación triste, una celda de máxima seguiridad donde nunca se apagan las luces. Y si alguien mirara mi alma vería una pantalla de televisión de bulbos y su enjambre enloquecido de estática. Y todo yo soy una camisa de fuerza. Mi lengua es una boa que me tritura los huesos. Y mi piel reclama una hembra y me declara la guerra (por miserable, por puto). Y mi mente escupe veneno y las lágrimas se niegan a dar la cara. Entonces cobran forma de trago amargo.
Así es como uno comienza a intoxicarse.
Así es como la columna vertebral es como un arbol sometido a los hachazos de un loco. Así es como la marioneta se incendia y la llama se expande a los dedos de su amo y señor. Así es como cada paso se convierte en una puñalada sobre el costado de un recién nacido.
Rogelio Flores, escritor e imbecil. Apostol y traidor. El artista de los besos, el Haudinni de su propio corazón. Oscuro y violento. El perfume del desengaño*, el pájaro negro de entrañas asesinas.
Rogelio Flores, el niño que se partió la frente con un bloque de cemento para nunca volver a ser el mismo. El que miró a la muerte cara a cara, y vio morir a su padre y maestro, en un concierto de sangre que brotaba feliz y radiante, como una fuente inagotable.
El que en este momento es el único habitante de este edificio.
El que se siente solo y cansado.
Y que sin embargo sonrie, como un borracho agonizante. Porque aun descubre en sus manos el aroma de un pubis angelical -porque ese payaso poseyó un ángel de plumas negras- y en sus labios el sabor de la locura, el amor y la felicidad. Porque tiene en el centro del alma una mordida en forma de sonrisa. Nostalgia cabrona y pura: ¿A quién amar como un condenado a muerte, si no es a tí Perra maldita y hermosa, qué solo tú me puedes llevar con ella y con mis padres muertos con sólo cerrar los ojos?
Perra.
Perra.
Siempre perra y siempre mía. Perra noble que me conduces en mi ceguera absoluta, que me has dado de beber cognac en mi hipotermia y me lames y me ladras cuando llego a mi casa, solo, perseguido por mis propios policías. Hoy tenemos una cita.

"No controlamos nuestros recuerdos. No se poseen los recuerdos. Se es poseído por ellos"**

*con su permiso Maestro Sabina.
**con su permiso Maestro hermoso y santo: Fellini.

1 comentario:

Guillermo Vega Zaragoza dijo...

Has sido elegido.

Echa un vistazo a mi blog:

http://ombloguismo.blogspot.com/2006/01/cinco-hbitos-extraos.html