jueves, febrero 9

¿Metrosexual Private Hell Club?

Lo ha dicho uno de nuestros adalides: “Siempre hay que acompañar un buen traje con unos contundentes y muy resistentes zapatos británicos. No hay nada peor que esos delicados zapatos italianos poniendo punto final a una pierna”.
La cita en cuestión no podía ser de otro que del señor David Bowie, grande entre los grandes, quizá el Dandy más aventajado que transita por este mundo de mortales (algunos miembros de este selecto Club Privado que han pedido permanecer en el anonimato, perjuran y dicen tener pruebas de que Bowie es el mismísimo Dorian Gray y que el Maestro Wilde le dedicó su obra como un homenaje a la amistad que les unió en tiempos más felices).
El rescate de esta cita obedece a que a últimas fechas, me he encontrado con que mucha gente confunde el dandismo con la cultura metrosexual. Creo que a estas buenas –pero desinformadas- personas, hay que sacarles de tan craso error pues no se puede ir por la vida exhibiendo tanta credulidad e ignorancia, mucho menos, esgrimiendo la palabra “Dandy”.
Hagamos una definición sencilla: un Dandy es aquel que cultiva la belleza por encima de todo, habrá quien pregunte ¿Aun por encima de la inteligencia?, ante tal interrogante me permito afirmar que para un dandy la belleza y la inteligencia no son conceptos que deban rivalizar entre sí. Seguimos. Un Dandy le rinde culto, por encima de todo, a su propia persona -al ingenio también- y por ello vive para saciar sus apetitos. Y esto no lo convierte en un ser de ambición desmedida, porque –quizá aquí radique el fino hilo negro- esta búsqueda y este culto, nunca le harán perder la calma, como tampoco le harán rebajarse a los procedimientos mezquinos del avaricioso común.
Pero dejemos mis enredadas definiciones sobre el dandismo –las hay mucho mejores, ya citaré algunas en futuras entradas- y pasemos a definir al personaje del metrosexual.
Un metrosexual es tan solo una de las caras de la víctima de las convenciones en promedio y por ello acatará todo lo que se le pida (Quién sabe quién se lo pide, pero él obedece) para dejar de ser ordinario. Si las convenciones hoy día le permiten –o le exigen- optar por cierta androgínia; debidamente descafeinada y esterilizada, por supuesto, lo hará. Por ello no tendrá empacho en usar esos zapatos horribles de los que habla Bowie, ni tendrá temor a trasquilarse el pelo como “Panchito”, ni se reprimirá en ejercer una sensibilidad ramplona y políticamente correcta. Todo será justificable –en su óptica, por supuesto- para ser aceptado y reconocido. Aunque tampoco descartemos que para muchos gays de closet, la cultura metrosexual es un cheque en blanco para jotear sin tapujos ni reparos.
Al Dandy no le interesa la aceptación ni la búsqueda del reconocimiento, no los necesita. No desea la aceptación (por el contrario, todo el tiempo hará un desafío a las convenciones y se mantendrá a raya) y no necesita ningún reconocimiento, ya que sobradamente será objeto de admiración, envidia o rechazo. Y sin esforzarse, sin mover un dedo.
Decía San Oscar Wilde que la moda es alto tan espantoso que la sociedad se ve obligada a cambiar sus patrones cada seis meses.
Hoy día ser metrosexual está de moda. Mañana ya veremos.
El dandismo, hoy y siempre, estará muy por encima de las modas.
Por lo pronto me despido, no sin antes hacer un llamado a quienes lean estas líneas para que rechacen cualquier tipo de calzado estilizado y puñalón, y opten por el calzado tosco que lejos de estropear la elegancia, la convierte en algo tan chocante como seductor. Y a quien no haya abrazado el dandismo, le conmino a escuchar a Bowie y leer a Wilde, para empezar.

No hay comentarios.: