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Quizá deba abandonar la bebida. Tengo un achaque más, problemas de circulación. De tal modo, he sufrido una molesta hinchazón en el pie derecho (el de la gota es el izquierdo). El asunto ha preocupado a mi familia, ya que no es poca cosa. Y a mi también, debo decirlo, el simple hecho de no poder caminar de un modo normal ya es bastante molesto. Lo mismo que el dolor. Trataré de ir mañana al médico, o el martes.
Me encabrona de sobremanera que mi cuerpo me haga esto. Y quizá él se encabrone conmigo de lo que yo le hago. Creo que era Antonio Machado quien escribió: “Yo vivo en paz con los hombres, y en guerra con mis entrañas”. Antes solía pensar que estos duelos personales se daban entre el corazón y el cerebro, o mejor dicho, entre la mente y el alma. Pero ahora me siento en otro tipo de guerra. Ahora que siento que mi mente se ha liberado de muchas ataduras, mi cuerpo no responde, no está a la altura de las circunstancias y que entabla una guerra consigo mismo. Mientras tanto, mi mente se lava las manos como Poncio Pilatos (as David Bowie).
Pero ¿Puedo reprocharle algo a mi cuerpo? ¿Con que cara le reclamo si lo he condenado a rumiar en una oficina durante más de diez horas diarias? Y los agravios no terminan ahí: duermo poco –aunque sueño mucho-, abuso de la comida, no hago ejercicio, le he despojado del placer sexual y en suma, lo he descuidado: lo he abandonado como quien abandona a una mujer noble e incondicional para perseguir a una hija de la chingada sin corazón.
El viernes nuevamente me volé los sesos. Me puse muy pedo. No lo digo con vergüenza ni con jactancia. Es algo que pasó. Es solo algo que a veces hago muy bien y que otras me rompe la madre. El asunto del viernes es que en esta ocasión pasaron ambas cosas, y la rotura de madre no fue física sino emocional. De pronto me vi llorando en los baños de una cantina (y también en la mesa, dijo mi ángel de la guardia) y de pronto me escuché en una platica profunda, inteligente y divertida. Y de pronto sólo decía mamadas y mentiras. Y de pronto reía como un imbécil. Creo que es en el único momento que ser imbécil vale la pena. Estas líneas son tan solo una nota periodística: el viernes me puse hasta el culo.
Y quizá tenga que dejar de hacerlo. Y me duele por que a pesar de todo, el viernes fui muy feliz. Porque no pensé en el trabajo, ni en mis problemas. Porque a pesar de mi soledad, me sentí cobijado por el amor de mis amigos. Porque de pronto me encontré con Edgar y Naty, y cuando desperté estaba a las puertas de mi casa con ellos y Mike. Porque si bien recordé la muerte de mi padre (a quien extraño más ahora que cuando era niño), mis frustraciones profesionales y mis dolores de muelas en el corazón (E. Huerta copyright), me sentí bien; porque a ultimas fechas, cuando estoy muy borracho, me asaltan todo tipo de recuerdos, y la mayor parte son buenos, entrañabales. No he tenido una mala vida. He tenido muy buenos amigos y he amado a mujeres chingonas. Y estar pedo me permite recordarlo con mayor intensidad.
Ojalá la sobriedad pudiera conseguir ese efecto.
De mis delirios del viernes ha rescatado una frase. A pregunta de un compañero de mesa que platicaba de sus viajes al extranjero “¿Cuáles han sido los lugares a dónde has ido que más has disfrutado?”, respondí sin dudarlo: los hoteles, los buenos y los de paso, más estos últimos.
Eso merece un trago, pero no será ahora.
6 comentarios:
Jojooo, que rico es emborracharse hasta perder el control...Yo un día de estos lo haré hasta perder la bolsa, chinguesu!!
Compañero:
No olvide, no sea ojete, los viajes a donde el corazón nos lleva: a una cantina, o a un parquecito, o a un rincón para mojar las mejillas, todo por una reyna (o por un rey, cada quien su modo).
Del cuerpo, no deje de recordar que estamos condenados a vivir con él, así que en un alarde de solidaridad (o de extensión de sus más íntimos deseos que no puede cumplir sin él) dele un cariñito de vez en cuando (y no me refiero a mi tocaya).
Le cuento que (fíjese, cosa curiosa) por acá me he encontrado un libro del Belascoarán. La neta me gustó mucho, tanto que me bajé la novela que compartió con Elías Contreras ("muertos incómodos") ¿la ha leído? Debo de confesarle que el Marcos es tan buen novelista como cantante de rock. En fin, acá ando, todavía entre desvelos, desvaríos, zapatistas y finlandesas (propias y ajenas).
Un abrazo (pero no muy fuerte, para que no se me orine -ya ve, eso de la gota-).
M.
Pd. Tampoco se me haga güey, nos debe el final de aquella historia de la vieja loca que andaba buscando una canción del chente.
ah! Major Roger... llegaste directo y sin escalas hasta esa parte de mí que se reconoce en tus líneas, en lo personal detesto sentirme fragilmente humana.
cuidate por favor.
All you need is Love.... (I guess)
soportar el cuerpo y la mente a veces resulta un fastidio, dormir poco y soñar mucho...quisiera que durmieras más y que soñaras mucho más y que te sintieras mejor. abandonas tu cuerpo pero no tu mente...qué resulta menos doloroso?, aunque sé que tu dolor físico no debe ser nada bonito...el dolor mental nunca se detiene.
deseo que te mejores.
deseo que publiques otro libro.
deseo que estés siempre bien.
Muy querido amigo:
Qué bien te sienta esa conciencia teñida de tristeza, o al revés... el caso es que he disfrutado demasiado esta entrada de tu blog. No recuerdo si me eché agua en la cara después de llorar en el baño de esa cantina. Así el impacto de cada una de estas pastosas y alargadas líneas. Qué valentía -carajo- y derroche de entrañas para escribir ésto. Se te acompaña en la conciencia, en la mortalidad y espero -porque supongo que por tu estado de salud serán más escasos- que también en los momentos de empuñar la copa.
Un cordial abrazo.
Dilza, compañero Manuel, Marie Pain, Pao y Javier. Gracias por leer mis disparates y por su buena vibra. Más que nada, gracias por su amistad y su cariño. No se si deje de beber o no, pero sí se que son mis amigos y lo seguirán siendo (siempre y cuando no me comporte yo como un imbecil, en esa caso, retírenme el saludo). Baya.
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