domingo, diciembre 31

Discurso para terminar el año

Señor Hitler, es hora de devolverme mi bigote. Con su permiso.

Para todos los que en lugar de corazón, tienen un Perro Enloquecido

Mis amigos cercanos lo saben, soy cinéfilo de toda la vida. Y aunque adoro a Tarantino, a Lynch, a Scorsesse y a Brian de Palma; aunque le dediqué varios años de mi vida a la ingesta desmedida de cine mexicano, y sea -modestia aparte- un experto en cine de rumberas, y conozca la obra de Roberto Gavaldón, Fernando de Fuentes, Ismael Rodríguez y Gilberto Martínez Solares (incluido el triste episodio en que este último condideraba a Alfondo Zayas como "el segundo Tin Tán"); para mi corazón cinéfilo hay una Santísima Trinidad que hasta ahora no ha sido superada: Charles Chaplin, Luis Buñuel y Federico Fellini, Dios padre, Dios hijo y Espiritu Santo, respectivamante.

Del primero de ellos me permito reproducir un momento cumbre, del filme El Gran Dictador, que dicho sea de paso, fue un escupitajo a la cara de Adolf Hitler, justo cuando Hitler era uno de los hombres más poderosos -y peligrosos- del mundo; y que si bien condenaba el nazismo, le valió al buen Chaplin una persecución y satanización del gobierno norteamericano, por "comunista". ¿No está poca madre llevar el arte hasta estas consecuencias. desafiar de esa forma al nazismo?

Un barbero de un getto judio es fisicamente idéntico a un dictador fascista, a tal grado que lo suplanta y justo cuando el fürer debe arengar a las masas en sus afanes de conquistar el mundo y luchar por la cusa del nuevo orden, el modesto barbero lanza este discurso:

Lo siento, pero no quiero ser emperador. No es lo mío. No quiero gobernar o conquistar a nadie. Me gustaría ayudar a todo el mundo, si fuera posible. A judíos, gentiles, negros, blancos. Todos queremos ayudarnos mutuamente. Los seres humanos somos así. Queremos vivir para la felicidad y no para la miseria ajena. No queremos odiarnos y despreciarnos mutuamente. En este mundo hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede proveer a todos. El camino de la vida puede ser libre y bello; pero hemos perdido el camino.

La avaricia ha envenenado las almas de los hombres, ha levantado en el mundo barricadas de odio, nos ha llevado al paso de la oca a la miseria y a la matanza. Hemos aumentado la velocidad. Pero nos hemos encerrado nosotros mismos dentro de ella. La maquinaria, que proporciona abundancia, nos ha dejado en la indigencia. Nuestra ciencia nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia, duros y faltos de sentimientos. Pensamos demasiado y sentimos poco. Más que maquinaria, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, necesitamos amabilidad y cortesía. Sin estas cualidades, la vida será violenta y todo se perderá. El avión y la radio nos han aproximado más. La verdadera naturaleza de estos adelantos clama por la bondad en el hombre, clama por la fraternidad universal, por la unidad de todos nosotros.

Incluso ahora, mi voz está llegando a millones de seres de todo el mundo, a millones de hombres, mujeres y niños desesperados, víctimas de un sistema que tortura a los hombres y encarcela a las personas inocentes. A aquellos que puedan oírme, les digo:

No desesperen. La desgracia que nos ha caído encima no es más que el paso de la avaricia, la amargura de los hombres, que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará, y los dictadores morirán, y el poder que arrebataron al pueblo volverá al pueblo. Y mientras los hombres mueren, la libertad no perecerá jamás.

¡Soldados! ¡No se entreguen a esas bestias, que los desprecian, los esclavizan, que gobiernan sus vidas; que les ordenan lo que hay que pensar y lo que hay que sentir! Que los obligan a seguir instrucciones, que los racionan y los tratan como a ganado y los utilizan como carne de cañón. ¡No se entreguen a esos hombres desnaturalizados, a esos hombres-máquina con inteligencia y corazones de máquina! ¡Ustedes no son máquinas! ¡Son hombres! ¡Con amor en sus corazones! ¡No odien! ¡Sólo aquellos que no son amados odian, los que no son amados y los desnaturalizados! ¡Soldados! ¡No den la vida por la esclavitud! ¡Háganlo por la libertad!

En el capítulo diecisiete de san Lucas está escrito que el reino de Dios se halla dentro del hombre, ¡no de un hombre o de un grupo de hombres, sino de todos los hombres! ¡En ustedes! Ustedes, el pueblo, tienen el poder, el poder de crear máquinas. ¡El poder de crear felicidad! De hacer que esta vida sea libre y bella, de hacer de esta vida una maravillosa aventura. Por tanto, en nombre de la democracia, empleemos ese poder, unámonos todos. Lucharemos por un mundo nuevo, por un mundo digno, que dará a los hombres la posibilidad de trabajar, que dará a la juventud un futuro y a los ancianos seguridad. Prometiéndoos todo esto, las bestias han subido al poder. ¡Pero mienten! No han cumplido esa promesa. ¡Y no la cumplirán!

Los dictadores se dan libertad a sí mismos, pero esclavizan al pueblo. Ahora, unámonos para liberar el mundo, para terminar con las barreras nacionales, para terminar con la codicia, con el odio y con la intolerancia. Luchemos por un mundo de la razón, un mundo en el que la ciencia y el progreso lleven la felicidad a todos nosotros. ¡Soldados, en nombre de la democracia, unámonos! Hannah, ¿puedes oírme? ¡Dondequiera que estés, alza los ojos! ¡Mira, Hannah! ¡Las nubes están desapareciendo! ¡El sol se está abriendo paso a través de ellas! ¡Estamos saliendo de la oscuridad y penetrando en la luz! ¡Estamos entrando en un mundo nuevo, un mundo más amable, donde los hombres se elevarán sobre su avaricia, su odio y su brutalidad! ¡Mira, Hannah! ¡Han dado alas al alma del hombre y, por fin, empieza a volar! ¡Vuela hacia el arco iris, hacia la luz de la esperanza! ¡Alza los ojos, Hannah! ¡Alza los ojos!

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