Aun no decido que pasará con este blog. En días pasados he pensado seriamente en cancelarlo. Mientras tomo la decisión, me permito postear este bonito texto sobre el padecimiento que sufro desde la infancia.
Revelaciones
Hay verdades que no necesitan demostrarse. Quizá para los demás sea necesario, pero no para el que las encuentra. O quizá deba decir, para el que es encontrado por ellas. Yo las llamo revelaciones y por supuesto, he sido encontrado por las mías. Un buen día te das cuenta que pase lo que pase, tus padres morirán, y también tus hermanos, también todos tus seres queridos. O de niño, un día te queda clarísimo que nunca ganarás una medalla olímpica, que de hecho, jamás concursarás en una olimpiada. No serás bombero, ni millonario. No serás muchas cosas (y afortunadamente eso no tiene importancia). En mi caso me quedo claro a muy temprana edad. Y hubo una de estas verdades de por medio. Un día lo supe: seré escritor, para bien o para mal. Esa revelación fue buena. Hay más revelaciones, hay veces que te enamoras, y también lo sabes de inmediato, y un día (un día que se repite muchas veces en la vida) sabes que alguien no será para ti. Un día te sientes perdido dentro de un laberinto, y otro día, de repente, te descubres como el laberinto mismo, uno en el que nadie se pierde, en el que todos encuentran la salida que tú no viste y tenías en las narices (se que debe decirse nariz en singular, pero me gusta como se lee así).
Cuatro letras
Stephen King dice que hay palabras espantosas. Palabras que por sí mismas, aun fuera de cualquier oración, develan un significado aterrador (y en esos menesteres, Stephen King no es ningún pendejo). Palabras que no necesitan de adjetivos calificativos, ni de retórica. Palabras que aisladas, escritas en una hoja de papel pueden dar más espanto que un cuento o una novela de terror. Una de ellas es infierno. Pero hay otra peor, la peor de todas: solo. Imagino una hoja de papel doblada, la extiendo y en el centro sólo dice eso: solo. Lo imagino y en efecto, siento miedo, siento algo horrible. Y lo más horrible es que la miro ahí, petrificada, inamovible y negra, con sus cuatro letras y su tufo a revelación. SOLO.
Ya
Ya es muy tarde. Ya dejé pasar muchos de mis mejores años arando en el desierto. Tirando semillas en el mar, aullándole a la luna, saltando como un idiota para colgarme de una estrella. Apostando todo. Ya no tengo la fuerza ni la belleza. Ni la fe. Ya no tengo muchas cosas que tenía antes. Me siento como si segundo a segundo fuera desangrándome –y como diría Nicolás Guillén- sin saber a donde va a parar esa sangre. Ya no tengo ganas. No tengo ganas de emborracharme ni de llorar por los rincones, ni de escuchar buenas nuevas, ni malas viejas. Ya no tengo ganas y cada vez tengo menos talento. Pero se gana en cinismo, que es la sabiduría de los tipos como yo (aquella enfermedad de los ojos, según Bierce, que consiste en ver las cosas como son y no como deberían ser). Esta es mi ironía: algún día tendré los cuatro ases en la mano, o sabré jugar con trampas, pero entonces ya no tendré nada que apostar.
Apuestas
Nunca tuve temor de enamorarme (ojo, esta es una figura retórica, si he tenido miedo de hacerlo, pero me gusta como se lee así). Me he enamorado, he apostado todo y como dice Joaquín Sabina, todo lo que tengo, que es nada, se los di. De corazón y sin pedir algo a cambio (aunque debo reconocer que también he sido mezquino, rompí un corazón y de ello si me arrepentiré la vida entera). No me arrepiento de haberme enamorado, por supuesto. He perdido la cabeza, me he vuelto loco, me la he jugado. Y a pesar de todo siempre me dije "volvería a hacerlo". Pero el costo de mi soberbia ha sido muy alto. Por ensimismarme en lo que yo he sentido cuando me he enamorado, dejé de lado la otra parte. Y ahora concluyo, sin cursilerías ni dramas de por medio, que no se que se siente esto: que alguien pierda la cabeza por mí; que alguna mujer se haya vuelto loca por mi persona; que alguien se la haya jugado o que haya apostado todo por quedarse conmigo, que se haya dicho: él es, él puede ser y vale la pena correr el riesgo. Eso no ha pasado. De haber pasado no sería yo esta sombra, este fantasma.
Lobo
Yo soy un hombre lobo, ella, la luna. Pero en esta tierra –y en estas noches- las nubes la ocultan. Y cuando yo camino bajo el cielo estrellado y limpio, sólo se muestra como luna menguante, o creciente. Y me siento condenado a ya no ser una bestia y miro mis uñas que no crecen y me duele el pelaje que no me nace de la piel. Y los pulmones se me incendian y el llamado de mi especie lucha por salir de mí para surcar el cielo en su búsqueda, para romper ventanas y llenar su habitación con el mensaje de mi amor loco y que ella me escuche. Pero nada sale. Los hombres comunes no aúllan. Ladran, pero no aúllan. Y yo sin mi luna, soy un vulgar hombre común y corriente.
Lobo II
Hay una especie de lobos que cuando pierden a su hembra se alejan de la manada y mueren sin aparearse de nuevo. No soportan el orden de la naturaleza así, ni el contacto con los demás (y tampoco les interesa matarse con otros lobos para saciar su rencor), mueren aullándole a la luna. Por otro lado, los machos de las cabras, es decir, los machos cabríos (o los cabrones), pueden comer tranquilamente y quedarse rumiando mientras otro aparea a su hembra. No sienten ninguna molestia, ni les hierve la sangre. Sin embargo, al ver otro macho con una cornamenta mayor a la suya, son capaces de matarse con ellos, dándose de topes. ¿Ser un lobo o un macho cabrío? Eso no es un dilema. No para mí.
Zarpazo
Aún recuerdo como iniciaba ese poema mío. Voy a quemar los poemas que escribí para Guadalupe/ y a romper los que hice para Laura. Aún recuerdo cuando mi gran maestro Alberto Fonseca me aconsejó no dejar la poesía. Y recuerdo lo que yo pensé y no me atreví a decirle: mis poemas no me han servido para nada, son papeles sin vida, nadie se ha enamorado de mí con mis escritos. ¿Quién diría que la poesía regresaría a mi vida años después? Pues bien, la poesía regresó, pero se encontró con otro hombre. Y este otro hombre (lobo) no la dejará ir tan fácilmente, no sin un zarpazo, no sin una mordida en el corazón.
Cerillo
"Algún día llegará una mujer para ti, una mujer que valore lo que tienes y aprecie lo que quieras compartirle". Muchas veces he escuchado eso, muchas veces de labios de mujeres adorables, buenas amigas. Y muchas veces llegué a pensar en cuán lindo sería que alguna de ellas se atreviera a demostrarme sus teorías. Y sucedió. Una de ellas, muy querida por cierto, fue muy lejos una vez. "A cualquier mujer le gustaría estar contigo, a mi me encantaría enamorarme de alguien como tú, de alguien igual a ti". Dos años después fue más lejos aún. "Tú eres el hombre que siempre he querido, con el que quiero estar", entonces me abrió las puertas de su vida. Dos meses después me las cerró en las narices (debo reconocer que me dejó un platón de leche debajo de la ventana, debí hablarle de mi licantropía, así ella no me habría confundido con un gato de pelaje atigrado). El hombre que (ella) siempre había querido y yo nos miramos a los ojos. Él se desvaneció entre lágrimas. Yo prendí un cigarro y me lamenté de no tener una gasolinera a la mano para tirar mi cerillo de madera al piso y caminé bajo una luna menguante, que por cierto, era una sonrisa cruel en el cielo.
Dennis
Cae la noche y amanece en París/ en el día en que todo ocurrió/ como un sueño de locos sin fin/ la fortuna se ha reído de ti, jaja. / Sorprendido espiando/ el lobo escapa aullando y/ es mordido/ por el mago del Siam. LA LUNA LLENA SOBRE PARÍS/ HA TRANSFORMADO EN HOMBRE A DENNIS. AUUU LOBO HOMBRE EN PARÍS/ AUU, SU NOMBRE ES DENNIS.
Rueda por los bares del boulevard/ se ha alojado en un sucio desván/ mientras está cenando/ junto a él se ha sentado/ una joven/ con la que irá a contemplar… LA LUNA LLENA SOBRE PARÍS/ ALGUNOS FRANCOS COBRA DENNIS/ AUU LOBO HOMBRE EN PARÍS/ AUU, SU NOMBRE ES DENNIS. Letra de La Unión, basada en el Lobo Hombre de Boris Vián.
2 comentarios:
No wey neta no. Llevo ya meses esperando una actualización. O si ya de perdida lo vas a cancelar saca ya otro libro.
Neta no lo canceles o ya si no hay de otra por lo menos saca otro libro.
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