miércoles, mayo 7

Vecindad de quinto patio, un flashback

Agonizaban los noventa. Mis días en la FCPyS estaban contados. Trataba a mi corazón como si yo fuése un domador de leones, a latigazos y con una silla en la mano, arrinconándolo (ahora ya no puedo hacer eso). Me enamoraba como un idiota y pesaba 10 kilos menos. Quentin Tarantino era mi héroe, sin embargo nunca me pudo sacar del corazón a Fellini, Chaplin y Win Wenders. Me encantaba el rock oscuro, amaba a NIN, a Vitam nom Mortem y a The Cure. Sin embargo, debido a una depresión, me había cortado el pelo casi a rape y me dio por usar pantalones de cargo, como si con eso pudiera sepultar al que vestía de negro y usaba el corte de Oscar Wilde (ese fantasma regresaría por sus fueros a mi cuerpo, para ya no irse). Amaba, como hasta la fecha, a Joaquín Sabina, no así a Silvio Rodríguez, o a Milanés, o Delgado Fernandillo, ya que las canciones de trova nunca formaron parte de mi soundtrack sentimental. Por ese tiempo, perdí a una mujer increíble y me salvé de terminar emparejado con una bruja. Eso sin contar a las que me ignoraron o terminaron por mandarme al diablo (cosa que ahora comprendo a la perfección, yo habría hecho lo mismo). Y bueno, debo decirlo, yo también me di el lujo de poner el punto final con una que otra. Fue cuando acuñé aquella frase de que si había gente con corazón de condominio, el mio era "una vecindad de quinto patio". Vivía a tal punto esos romances, que reprobaba materias por no entregar los trabajos finales. La razón era muy simple, prefería escribir otras cosas, más personales. Fue cuando decidí dedicarme a escribir. Aún no encontraba mi estilo y creía que lo mío era la poesía. Estas son algunas muestras de lo que escribía entre 1995 y 1998. Ojo, no pertenecen a la misma serie y fueron inspirados por distintas musas, cuyo paradero y destino desconozco. El primero -amor a quien amor merece- lo hice para Fernanda, un bombón inteligente y adorable; el segundo dice los nombres de sus destinatarias: ambas me rechazaron olímpicamente; y el tercero y el cuarto fueron para una chica que me la aplicó cabrón y cuyo nombre no revelaré.

Y si, ahora estoy solo.

I. Sin título

ESTA NOCHE
voy a pensar en tí
con tanta fuerza
que despertarás
cuando estés a punto
de soñarme.

II. Quemar las naves

Voy a quemar los poemas que le di a Guadalupe
e intentaré olvidar los que hice para Laura
intentaré dejar de escribir
y cuando tenga que sufrir
solamente
sufriré.
Cuando tenga que llorar
me tiraré al mar
e intentaré nadar enloquecido
para perderme
bajo el sol
y hasta el fondo
de un bar;
para hacerme tritón, o pez espada,
o para abordar un barco
unicamente
para levar las anclas
y quemarlo.
Voy pues, a quemar las naves
es decir:
los poemas que le di a Guadalupe
y los que hice para Laura.

III. Azorada

No te sorprendas
no se trata al corazón
como animal salvaje;
no se le arrincona
ni se le exije más
ni menos.
Esa presión
es peligrosa
para cualquier persona
incluso para tí.
No te sorprendas
y no llames a esto amor.

IV. Colección Otoño-Invierno

Entonces
te quitarás mi amor de encima
como si fuera ese vestido azul que ya no te gusta,
o uno
que pasó de moda.
Procura olvidarlo
o procura colgarlo en el rincón más lejano
de tu armario,
no sea que un día
no tengas otra cosa que ponerte.

2 comentarios:

Atzin dijo...

Vengo a este hotelucho tan sólo para celebrar el regreso del Dandy, aquel cabrón que más allá de ser mi amigo (un poco trompudo porque no le llamé por phone), es un escritor que me cimbra y entusiasma; que me hace el día, pues.
Salucita pues... ¿qué escucho de fondo, es una canción de mi compadre José Alfredo? Ayayayaaaaayyyy, salucita.

¡No, no manches compañero! quita esa de Palito Ortega.

M.

Edgar D. Heredia Sánchez dijo...

no viejo que buenas líneas, pasame el tequila