miércoles, diciembre 14

El murciélago y el pajarillo

Recientemente la DC Comics, bajo el subsello editorial All Stars, ha editado la serie Batman and Robin, the boy wonder. Los créditos autorales corresponden a los talentos de Frank Miller y Jim Lee; el primero como escritor y el segundo como dibujante. Hasta el momento se han publicado dos capítulos (ignoro si será miniserie o serie regular, me inclino por la primera opción) y el como resumen, de lo que he leído hasta este momento, puedo decir que es una obra excelente.
Siempre, desde la infancia, he gustado del cómic de Batman, y tuve la fortuna de crecer con él. Me explico. La mayor parte de los lectores de este personaje gustan de él por la personalidad oscura que ha tenido desde los años ochenta. En mi caso –me asumo como un fan complaciente- yo no he tenido problema con las distintas etapas del hombre murciélago. Lo mismo he disfrutado su oscuridad que su ñoñez. El primer contacto que tuve con dicho superhéroe (o vigilante, o antihéroe para los puristas) fue en la infancia, mediante la famosa serie televisiva de los años setenta.
Es decir, cuando conocí a Batman era un señor con mallas que bailaba a go gó (él, aclaro). Muchos lectores del cómic –me consta- repudian este episodio en el personaje, lo mismo que al Batman boy scout de las épocas del macartismo. Sobre el macartismo no tengo nada que decir, yo nunca leí esos cómics por pura coincidencia cronológica. Pero si vi el programa y lo disfrute (y mucho) y aun lo hago. (El Batimóvil, Julie Newmar como Gatubela, Vincent Price como “Cascarón”, el suspenso de qué iba a pasar en el próximo baticapítulo, la atmósfera kitsch y pop, y el temazazaso músical, las onomatopeyas, todo, en general, es delirantemente divertido).
Obviamente disfruto más al personaje violento y existencial de los ochenta, pero primero conocí al de la serie. Posteriormente, fui lector ávido de los cómics editados por Editorial Novaro, donde figuraban los créditos autorales de Neal Adams y José Luis García López, para llegar –ya en la adolescencia- a la etapa signada por Frank Miller con las estupendas historias de Year One y Dark Knight Returns. Amén de las publicaciones de Editorial Vid.
Una de las características de los cómics que aprecio por considerarla interesante, es su constante reestructuración, su constante reinvención. A diferencia de los personajes literarios, a los del octavo arte les cae muy bien que distintos escritores y artistas gráficos metan mano en sus historias. Unos lo hacen muy mal –hay que decirlo- otros lo hacen muy bien, de un modo insuperable.
Y este es el caso de Frank Miller (autor de Year One y Dark Knight Returns, además de la obra de arte que es Sin City), quien es el responsable de que el Batman de hoy día tenga esa personalidad atormentada que tanto disfrutan los lectores.
Y es a este punto a donde quería llegar, ya que el principal acierto de esta serie de Batman y Robin, radica en la parte vulnerable del hombre murciélago, descubierta por su avispado aprendiz, Robin (personaje no muy querido por los puristas y muy bien reivindicado por el dúo dinámico de Miller y Lee).
Esta historia comienza con un Batman joven que tiene un absoluto control de si mismo y su cruzada contra el crimen, que en una noche libre (como Bruce Wayne), acude con un bombón (la reportera Vicky Vale) al circo. El número principal en dicho circo, es el acto de una familia de acróbatas, “Los voladores Grayson”. Ahí es cuando Wayne se maravilla con el talento acrobático de Dick Grayson, un acróbata de tan solo 12 años.
Pero en plano clímax del acto, los padres de Dick son asesinados frente al público (el niño es salpicado por la sangre de sus padres) por un francotirador.
Ahí, Wayne se da cuenta que el alma de Dick se acaba de hermanar con la suya, ya que él es el único que pude entender el dolor experimentado por el niño. Ambos entonces, serán almas gemelas, unidos por un origen común.
Posteriormente el huérfano es secuestrado por policías corruptos cuya misión es matarlo. Y Batman entonces entra en acción, para rescatarle. Y el rescate no es el de un héroe y una víctima, es el encuentro de esas almas gemelas. Una escena que me ha gustado mucho, es cuando Dick –quien ha sido dormido por un somnífero de Batman- despierta en plena persecución, dentro del Batimóvil, y tiene oportunidad de ver a un vengador frenético y violento, pero también al hombre oculto tras la máscara; al héroe, al hombre que finge la voz –como Clint Eastwood piensa el futuro Robin- y se sirve de la ayuda de la tecnología y su asistente, Alfred. Es decir, en cuestión de segundos Robin descubre que Batman es un hombre sin poderes especiales, le pierde el miedo en seguida.
También en ese momento Batman descubre la personalidad de su futuro asistente, preguntándose a sí mismo “¿De que está hecho este chico?”, para al final de ese capítulo, reclutarlo como soldado en su guerra personal.
Lo interesante de esta historia (que con diversos matices ya se había contado) es qué al lector le queda muy claro que sin la adopción irresponsable de Batman, quien recluta a un niño como un soldado en su cruzada contra el crimen, el alma de Dick se habría destruido por el dolor y la frustración. Y viceversa, que sin la llegada de un joven compañero, Batman habría terminado más amargado, loco y temerario de lo que ya era. Es decir, con este encuentro, ambos se convierten en el respectivo ángel guardián de su compañero.
Esta historia promete develar la naturaleza del vínculo indestructible de Batman y Robín (a veces padre e hijo, a veces hermanos y otras más rivales), así como la personalidad compleja de un chico que pierde la inocencia y transita por un mundo corrupto, violento y suicida, sin perder la cordura y siendo en ocasiones el lazarillo de un hombre ciego por el rencor y la venganza. Esperemos ver que nos depara el capítulo 3. Seguiremos informando.
Imagen © Copyright, DC Comics, 2005.

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